En un momento de la presentación de su primer disco solista en la Sala Zitarrosa el 14 de Agosto de 2010, Juan Pablo Chapital confesó que ese era el día más feliz de su vida. Para los que estuvimos ahí, esa noche fue también una experiencia inolvidable.
El show abrió con Espiral. Este era un tema que ya en la primera presentación en el Tartamudo me había gustado muchísimo. Elegancia, sutileza y dulces melodías poblaron el espacio con esta música con olor a comienzos que también abre, acertadamente, el disco. El tema está inspirado por el Aikido y tiene quizás un cierto aire de espiritualidad oriental, subrayado en el disco por la voz de Morihei Ueshiba, fundador del Aikido, un arte que Juan Pablo Chapital practica desde hace años y el cual significa para él, como lo expresara en la sala Zitarrosa tanto como la música.
Mientras sonaba Espíritu, el segundo tema del show, y también del disco, a la hora de escribir esta nota, llegó a mi casa una amiga argentina, y, al escuchar el bajo inconfundible de Javier Malosetti y luego la guitarra también inconfundible de Chapa, en esa armonía perfecta que sólo logran las almas que se entienden muy bien, mi amiga exclamó, “qué lindo, ¿qué es esto?” No voy a ocultar que le dije con mucho orgullo, es el Chapa, el músico uruguayo que fui a ver el otro día con Eli-u. La versión en vivo de esta música compuesta por Mariano Otero fue un placer para el oído y para el espíritu.
Luego llegaría la hermosa Siete vidas, seguida por Balada, otra de mis favoritas desde el show anterior, predilección que luego del show afirmó compartir ese otro gran músico nacional que es Nicolás Sarser. Balada, con sus melodías deliciosas fue también una de las preferidas del público. Para recordarla nos queda el clima de ensueño creado por Chapa junto al gran Mono Fontana en el disco.
En Opi, homenaje a OPA, en palabras de Chapa, Nico Ibarburu, y tantos más “la banda uruguaya más grande que hubo jamás”, Chapa se dio el lujo de contar con Osvaldo Fattoruso en la batería, otro de esos músicos que uno siempre puede reconocer por su toque tan particular, creador de un estilo completamente influyente en la música de nuestro país. Opi es una composición magnífica que tiene reminiscencias de aquella época gloriosa, pero que también suena de alguna manera actual. Fue este otro de los puntos altos del show para la audiencia, en un show que tuvo demasiados puntos altos y que no decayó realmente nunca.
Quiero tomarme un espacio en este momento para hablar del Chapa como compositor. Ya dando por descontado lo difícil que es encontrar un sonido propio como guitarrista, cosa que el Chapa ha conseguido a lo largo de los años, más hablando de músicos como él, que han crecido rodeados de varios gigantes y sin embargo de alguna manera han sabido encontrar un estilo propio más allá de las influencias. Siendo este un logro para nada menor y una parte de la alegría que le da al público el escuchar ese sonido familiar de las guitarras del Chapa, que hablan de un amplio conocimiento musical, pero también de una humildad y una frescura que uno encuentra contadas veces en la música, no contento con esto, el Chapa se ha mostrado como un compositor exquisito capaz de crear universos sonoros originales y sutiles y escribir hermosísimas melodías para otros instrumentos, más allá de las que dibuja con maestría con su guitarra, eligiendo cada vez el instrumento y el músico perfecto para ponerles cuerpo en su inspirado paisaje musical.
Tal es el caso de las melodías deliciosas desplegadas por la armónica de Mauro Pérez en el show, así como también en la grabación de Siete Vidas, por dar sólo un ejemplo entre muchos.
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