Visitando los pingüinos en las islas Malvinas

Antes de poner un pie en las Malvinas, lo único que realmente sabía acerca de ellas era que había habido una guerra entre Argentina e Inglaterra por la posesión de su territorio en los ochentas.Los uruguayos, con una cercanía cultural muy profunda con la Argentina, nos habíamos visto naturalmente inclinados a apoyar el lema de “Las Malvinas son Argentinas”.

Yo era uns niña en áquel momento y era natural para mí ponerme del lado de mis hermanos argentinos, aparte de que a nadie le gustaba la entonces primera ministra británica Margaret Thatcher (la Dama de Hierro). Yo ignoraba entonces por completo el hecho de que la dictadura argentina había intentado con la guerra desviar la atención de las violaciónes de derechos humanos que se estaban cometiendo en el país, con decenas de miles de muertos como tan sólo una de sus nefastas consecuencias.

El director argentino Tristán Bauer hizo una interesante película sobre los horrores y la futilidad de esta guerra, llamada Iluminados por el fuego.

Cuando uno visita un lugar para el cual la única asociación en nuestra mente es el hecho de que allí hubo una guerra, es imposible no mirar a nuestro alrededor e imaginar cómo se veria ese lugar en el momento en que las bombas estallaban y los soldados corrían sin rumbo fijo. Cuando bajé del bote que me llevó desde el crucero Infinity a las islas Malvinas, lo que pude observar no dejaba vislumbran ninguna huella de ese pasado violento.

Port Stanley era un jardín tranquilo, donde todo el mundo hablaba Inglés británico y español, la gente vivía en armonía, y el único recuerdo de que los británicos habían ganado esa guerra terrible y sangrienta eran las banderas que flameaban en la fachada de algunas casas, que eran azules y rojas en lugar de celestes y blancas.

Otra cosa que ignoraba acerca de las Malvinas es que son una reserva natural de pingüinos de diferentes tipos, emperadores y gentoo, pingüinos rey y Magallánicos. Fue este un dato que circulaba naturalmente entre los pasajeros, durante este viaje alrededor del extremo de América del Sur, visitando la hermosa Tierra del Fuego y las costas del sur de Chile. Estaba claro, entonces, que tendría que ir a ver a los pingüinos.

No había reservado un tour, así que me di cuenta de que realmente podía pagar algo así como $ 7 por una camioneta que hacía viajes regulares a una playa de pingüinos. Sólo tuve que esperar cinco minutos, así que el asunto funcionó bastante bien. Cuando subo en este tipo de camionetas o taxis en un lugar desconocido, siempre trato de entablar conversaciones con los choferes locales, ya que esta es una buena manera de aprender acerca de las realidades de un lugar, sobre todo cuando uno está de crucero y sólo dispone de algunas horas.

Nuestro conductor hablaba perfectamente el español y el Inglés, lo cual me recordó a otro lugar maravilloso que había tenido el placer de visitar un par de años antes, me estoy refiriendo a Gibraltar. El hombre estaba orgulloso de ser ciudadano británico, y consideraba que el conflicto había sido una guerra muy estúpida e innecesaria. Mientras conducíamos a lo largo de una hilera de montes bajos, los señaló y me explicó que había habido batallas allí. Imaginé por un momento entonces a aquellos argentinos, casi adolescentes, muertos de miedo, blandiendo armas antiguas y de mala calidad que no podían competir con el armamento a los británicos, escondiéndose detrás de las colinas, maldiciendo su suerte al ver a sus compañeros volar en mil pedazos entre el fulgor de una granada. Era difícil imaginar esas escenas, al observar los cielos azules y las tranquilas carreteras de la isla.

También pasamos al costado de los esqueletos de viejos buques, aún en pie en lo que parecía un estanque, que quizás había estado conectado con el océano alguna vez, y los turistas en la parte de atrás de la camioneta murmuraron algo acerca de barcos piratas. En realidad no estaban errados; los piratas son finalmente quienes tomaron las Malvinas cuando éstas estaban reconocidas como territorio argentino, y el país jamás pudo recuperarlas.

Penguin Beach

Cuando llegamos a la playa de pingüinos, la belleza del paisaje me dejó boquiabierta. La playa en forma de media luna se extendía casi eterna ante mis ojos. Las arenas eran tan blancas que parecían nieve y el agua era de un azul perfecto. La playa me recordó a algunas que conocí en Hawaii, tan solo que en donde debería haber habido personas haciendo surf y un enjambre de turistas, no había más que pingüinos.

Estábamos en lo alto, la playa estaba debajo de nosotros, y el área estaba acordonada, para evitar que la gente se acercara demasiado a los pingüinos. Yo tenía mi cámara de video conmigo, así que hice zoom sobre los pingüinos allá a lo lejos y me quedé mirándolos por un tiempo muy largo.

Nunca le había prestado mucha atención a los pingüinos, pero tengo que decir que descubrí en ellos unas criaturas extremadamente inteligentes. De repente un pingüino se acercaba a otro, con ese andar gracioso que tienen que los hace tan entrañables, le preguntaba si quería unirse a él para darse un baño, el otro parecía estar de acuerdo y entonces caminaban juntos hasta la orilla, para sumergirse felices en el mar. Su comportamiento social era increíble. Estaban en grupos, jugaban juntos, caminaban juntos, alguno andaba solo y en búsqueda de compañía, se presentaba ante algunos grupos que lo ignoraban, hasta que finalmente alguno lo aceptaba. Fue fascinante quedarme simplemente a observarlos desde lo alto.

Me enteré de que algunos viajeros habían hecho tours en el que en realidad podían tocar a los pingüinos, pero me gustó mucho más lo que resultó de mi excursión. Prefería dejar que los pingüinos anduvieran libres y fueran ellos mismos, sin intromisiones, así nosotros podíamos observarlos, tal y como eran naturalmente.

recordatorio de una batalla

Aunque las Malvinas tienen un clima bastante invernal, el sol brillaba y no había una sola nube a la vista. Pocas veces había visto un cielo tan limpio y tan azul Recuerdo que me senté en una roca y dejé que el sol brillara sobre mí durante mucho tiempo mientras observaba a los pingüinos. Había un fuerte viento, a veces y se puso un poco fresco cuando una nube cubrió finalmente el sol.

Afortunadamente, había un café al costado de la playa, que era en realidad un viejo autobús en el cual los asientos regulares había sido desmontados, para dar paso a pequeñas mesas con manteles a cuadros que le daban un aire muy cálido. Allí me refugié del frío con un delicioso chocolate caliente, y fue simplemente uno de esos momentos, al observar la belleza que me rodeaba, mientras sentía cómo el delicioso chocolate me entibiaba el cuerpo, tuve la clara sensación de que este había sido un día perfecto en las Islas Malvinas, o Falklands, o o como sea que las quieran llamar.

Una cosa que me pasa con el nombre Malvinas es que lo siento un poco irreal luego de haber estado allí, encima en un crucero norteamericano. Comprendo la validez del reclamo argentino actual, pero la realidad es que las Malvinas hoy en día sólo existen en la imaginación, y verdaderamente siento que el lugar que visité son las Falklands, un lugar hermoso que quizás estaría mucho mejor si fuera gobernado por pingüinos.

NOTA: Los pingüinos de Malvinas se encuentran en peligro debido a la pesca. EN EL AÑO 2002 100.000 murieron de hambre. Si te interesa, puedes adoptar un pingüino aquí .

This article is a Spanish translation of an article I published elsewhere in English a few years ago.

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