En un post anterior, en ocasión del lanzamiento de su disco, hablé del pasado de Pablo Damonte, un pasado brillante lleno de promesas de algo maravilloso.
Sin embargo, nada de lo que esperábamos nos había preparado para lo que vivimos esa noche, hace un par de semanas en el hermoso teatro de Malvín.
Desde el saco de su abuelo hasta la actitud en escena, cada nota que salió de su guitarra, de su garganta y de su corazón, todo en esa noche fue perfecto. Es muy raro ver un show en donde ninguna canción pierde un poco el interés, donde la magia no decae en ningún momento, donde los músicos sienten que están viviendo un momento especial, único, irrepetible, y el público, es parte de esa deliciosa complicidad.
Acompañado por sus dos maravillosos guitarristas Jeremías di Polito y Juan Pablo Chapital, Francisco Etchenique en batería y Nino Restuccia en bajo, Pablo y sus amigos nos regalaron, sin duda, el mejor show del año.
Estar ahí fue ver el nacimiento de algo muy grande. No hay nadie que cante como Pablo, que cree melodías como Pablo, ni letras como Pablo. Ningún otro músico uruguayo que conozca puede partirte al medio cantando del zumbido de los mosquitos. Esas son cosas que están reservadas a aquellos que nacieron con la canción abajo de la piel, que no hacen música ni letra; simplemente son canción.
Podría hablar horas sobre lo que cantaron, sobre lo que tocaron, sobre los sonidos, los arreglos, las emociones, pero en este momento, prefiero simplemente compartirlo. Vean y disfruten, the night a star was born.
