No es un secreto que desde hace más de 10 años considero a Nico Ibarburu como uno de los compositores e intérpretes más importantes del Uruguay. En lo personal, más que importante, Nico es una de las personas que más me llega al corazón cuando canta, cuando toca sus guitarras, cuando inventa melodías y cuando revela en canciones lo más profundo de su alma.
Hace años, cuando escuchaba a Nico cantar siempre me quedaba con ganas de más. Él tenía un poco de pudor al hacerlo o no se consideraba cantante, pero, entre su sensibilidad musical y su personalidad como intérprete, su decir al cantar trasmitía cosas que muchos cantantes con un registro más amplio o una garganta privilegiada serían incapaces de trasmitir.
En mi casa tengo un par de discos anteriores (no editados) de NIco, que me fascinan, los cuales grabó antes de llegar al maravilloso ANFIBIO, que fue lo que presentó en la Zavala Muniz hace sólo un par de días. Se trata de un disco hecho junto con Nico Sarser, de canciones de los dos, y un disco instrumental increíble que incluye temas propios deliciosos y hasta una versión única e inigualable de La Mama Vieja de Mateo, inyectada con todo el swing y el power del que es capaz Nico; versión que está incluida en la banda sonora de mi película Raúl y que subraya un momento de una emoción muy especial.
De alguna manera, ANFIBIO vino a concretar todas las ideas que Nico venía desarrollando a través de los años. Allí se unió toda la fuerza y originalidad de sus temas instrumentales más jazzeados con su veta de canciones simples y perfectas, todo con una clara línea donde el candombe casi siempre está, siendo algunas veces más protagonista que otras.
Lo primero que le pregunté al productor del disco, el gran Nico Cota,cuando me enteré de que estaban grabando, fue si Nico iba a cantar sus propias canciones. La respuesta me dejó feliz y expectante, esperando escuchar esa dulzura desarmante que tiene Nico al cantar las cosas simples y sabias que salen de su cabeza y de su corazón.
Ya va tiempo de que tengo este disco en mi casa, en mi ipod y también en el soundtrack de mi película (donde quedaron un par de temas), y la verdad es que es un disco que nunca me aburre y al que siempre le descubro algo nuevo.
Las presentaciones en vivo realmente me han ido sorprendiendo tanto o más que el disco a lo largo de estos casi dos años desde que vi la primera presentación con banda y Nico Cota en el Medio y Medio jazz club de Punta Ballena.
La presentación oficial en la Sala Zitarrosa fue uno de los conciertos más emotivos que jamás vi. No sólo porque la sala estaba repleta y la banda sonó como nunca, sino también porque ese momento representaba todo un camino de Nicolás, de años tocando para otros sin hacer sus canciones, o sin que éstas tuvieran en su carrera el lugar que se merecían. Entonces, ver una Zitarrosa repleta ovacionando a un Nico que mostraba SU música fue algo realmente emotivo que en lo personal sólo puedo describir como la más absoluta felicidad. Era importante que el pueblo devolviera a Nico algo de toda la alegría que él le ha dado a lo largo de los años y, esa noche, allí ocurrió.
Luego vería dos mágicas presentaciones junto a Nego Haedo, de quien ya dije en mi post sobre Juan Pablo Chapital que tendría que estar tocando en el Carnegie Hall (y dando Master classes alrededor del mundo). Mágicas es la palabra porque no hay nada racional que pueda explicar lo que sucede en un lugar cuando Nico y Nego se juntan. Es algo que simplemente hay que ver, un momento en que la música y la unión de esos dos seres lo trascienden todo y llegan a un estado nuevo, a otro lugar, donde los que nunca fuimos Nico Ibarburu y Nego Haedo tocando juntos una canción de Nico o de Mateo jamás podremos llegar, pero nos sentiremos siempre afortunados de poder haber presenciado ese momento.
Finalmente, llegó la noche de la Zavala Muniz, de la que hablo en este post:
NICO IBARBURU en la Zavala Muniz; ESTO ES CANDOMBE