Nico Ibarburu es una persona que me ha enseñado muchas cosas a lo largo de mi vida. Sobre todo, a escuchar, a dejar ser. Y no es porque sea o pretenda ser un ejemplo de nada. Nico es alguien que igual se queda hablando quince minutos con un tipo de la calle que le quiere contar vaya a saber qué. Es una persona que nunca ha perdido su capacidad de asombro, es como un niño a veces, en ese goce ante las cosas simples de la vida.
Su generosidad, así como también la necesidad de sobrevivir sin buscarse una profesión alternativa, lo han hecho muchas veces dejar de lado su propia música para dedicarse a la de otros. Además, animarse a cantar cuando uno está tan en demanda como guitarrista y sesionista puede ser difícil. Más sabiendo que hay otras personas que supuestamente “cantan mejor”. Pero no hay nada comparable a escuchar un tema cantado por su autor. Si el autor es Nico, la experiencia se transforma muchas veces en algo trascendental. En esta época en que los realities de canto ponen de moda un estilo de cantar que es más gimnasia para las cuerdas vocales que expresión musical/literaria, es profundamente conmovedor escuchar cantar a alguien con el corazón como lo hace Nico Ibarburu.
Hoy Nico prepara un nuevo disco. Es un disco distinto. Han pasado muchas cosas en su vida desde ANFIBIO. Ese espíritu iluminado se ha encontrado a sí mismo, se ha vuelto a desencontrar y ha transitado nuevos caminos. La madurez es una etapa muy rica para cualquier artista. Nico está en su plenitud como compositor, como escritor de letras y como intérprete de su propia música, y eso se palpa en cada una de sus obras. Las canciones inolvidables de ahora parecen incluso más inolvidables que las de antes.
Personalmente, me da felicidad ver a Nico “ser lo que se es” como decía la canción de Vitor Ramil que grabamos con sus arreglos en el disco de Liese Lange. A veces, lo que uno es, es mucho mejor que lo que uno anda intentando ser, y llegar a eso es mágico. Como decía Miles, ‘Man, sometimes it takes you a long time to sound like yourself.’ Gracias a deus, hoy Nico Ibarburu suena como él mismo y eso es una enorme bendición no solamente para todos los que lo queremos, sino también para la música del Uruguay.
Hace poco escribí sobre el show de Ibarburu-Chapital en Sala Zitarrosa. Fue ahí que escuché por primera vez, profundamente conmovida, el tema “Mapa tesoro”. Antes de ir a la casa de Nico para hablar de su nuevo disco, ya sabía que le iba a pedir que la tocara para grabar esa hermosa canción en una versión íntima. Ahora que tengo conmigo la grabación y la escuché incontables veces, por placer nomás, me doy cuenta que esa canción representa algo muy especial en ese viaje hacia la luz que ha sido la carrera de Nico como músico, como autor y como ser humano. Hay cosas en esa letra, en esa melodía, que son una síntesis de todo lo que Nico ha aprendido, y generosamente nos ha enseñado, a lo largo de su vida. Esa música tiene el poder de la calma, sólo con escuchar los primeros acordes, uno siente que todo va a estar bien, es una suerte de miel que se enreda entre las cuerdas y va directo al corazón. Y dice cosas como “Aprendí a escuchar/ la canción del viento/ por necesidad/como respirar”, “No hay por qué cargar/ penas de alguien más” o “No podemos enjaular/ lo que está destinado a volar”. Cada vez que suena esa canción, Spinetta está sonriendo desde la eternidad.
LA ENTREVISTA
Podría escribir muchas páginas sobre lo que pienso de Nico, de sus canciones viejas, de sus canciones nuevas, pero es mejor dejarlo hablar a él.
Aquí las primeras partes de la charla. De a poco iré agregando las que faltan, donde habla de los músicos uruguayos del momento que le interesan, la música que le gusta escuchar, la relación de su hijo con la música y el problema de escuchar la propia voz entre la cacofonía que nos rodea.
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